Presencia en Mastodon

Todo lo anterior es "borrón y cuenta nueva", en lo que a redes sociales se refiere.

Hoy es para mi un placer, poder decir que formo parte del Fediverso de la mano de "Tuiter.rocks", una estancia administrada por Elena. La comunidad que ella tiene, junto a todos sus integrantes, es una  muy divertida; una verdadera bocanada de aire fresco entre redes sociales recalcitrantemente ofuscantes.

Y pues la vena escritora no tardó en hacer su aparición. Son tres los microcuentos que vieron la luz allá, antes que aquí. El primero es original mío y los otros dos son historias derivadas de comentarios hechos por terceros: Retrovulcano e Irina. ¡Comencemos!

Retrovulcano.

Toso sangre, tierra y gusanos mientras sacudo mi ropa, poniéndome de pie después de salir de mi tumba, pero; ¿por qué toso sangre?... ¿por qué tengo gusanos por todo mi cuerpo?... Porque estoy muerto… un momento… ¡¿por qué estoy muerto?!
Mi nombre está escrito con sangre en una lápida. Soy una amorfa masa de carne putrefacta. Pero no recuerdo haber muerto. ¿Por qué morí?... ¿Qué hice?
-Calla, pedazo decadente de carroña -interrumpe mi monólogo un demonio-. Si quieres saber la razón y recuperar tu alma, cuerpo e identidad; tendrás que enfrentarte a tu más grande temor: el Infierno. Tendrás que llegar al purgatorio y comenzar a buscar ahí la respuesta.
-¿Y en qué dirección está?... no tengo GPS.
-Es por… allá.
-Gracias, señor demonio… ¿Tiene crédito su celular para llamar un Uber?
-Puta madre… ¡Hola, señor Pérez Reverte! ¿Listo para pagar su deuda con el patrón?

La entrada que dio origen al microcuento es ésta.

Irina.

Veo a través de la mira telescópica de mi arma, con horror y decepción, como los integrantes de un auto patrulla aprovechando la oscuridad, aparcado y sin luces, compran mercancía a un yonki. Se les ilumina el rostro cuando accionan el mechero para encender el carrujo. Pero no les doy oportunidad de disfrutar su chute. Es más rápida mi bala calibre .50 antipersonal."

La entrada que dio origen al microcuento es ésta.

Y el microcuento original, a continuación:

Disparos a mi derecha, a mi izquierda y detrás de mi. Corro los 27 pasos que me separan del elevador, mientras siento los latidos de mi corazón en las sienes. 
¡Pum, pum, pum!
No puedo creer mi buena suerte. Al llegar, las puertas del ascensor me esperan, abiertas como los brazos de una madre. Una vez en planta baja, puedo exclamar al fin:
-¡Qué buena suerte la mía!
-No cantes victoria -interrumpe el sicario que me espera abajo, mientras me encañona con su arma-. Si, jefe... Lo tengo aquí mismo -dice a su radio walkie talkie-. De acuerdo... ¡Bang!