El otro día vi un video de Lorena Amkie en donde decía que era imposible separar el arte del artista, porque estaban intrínsecamente juntos. Por lo general, estoy de acuerdo con lo que comenta Lorena, excepto en esta ocasión. Yo si creo que es muy necesario separar el arte del artista. Me queda claro que el uno no puede existir sin el otro, pero creo que es una manera muy simplista de ver las cosas.
Me explico.
Odio los libros de Stephen King. Son lentos y aburridos como la cuaresma. Me queda claro que millones de fanáticos y ventas al rededor del mundo no pueden estar equivocados, pero las historias de Esteban Reyes no son para mí. Sin embargo, el tipo es de mis principales influencias literarias, gracias a las lecciones que comparte en su libro “Mientras escribo”, que dicho sea de paso, es el único que he leído en más de una ocasión y completo.
Otro ejemplo. Como persona, no comulgo con las ideas políticas del actor Damián Alcázar, pero eso no me hace disfrutar de su trabajo en la pantalla, frente a las cámaras.
Uno más. Una vez alguien dijo que leer te hace ser buena persona. Falso, falso, falso. Yo puedo ser un devorador de libros y eso no me hace, necesariamente, que trate bien a los demás o que ya no los odie, por ejemplo.
Entonces, por lo antes dicho, en mi opinión no solo debe separarse al arte del artista. Es indispensable hacerlo.
Un paseo por el lado oscuro. Escribo historias que empiezan con el pie en el acelerador (o en el cuello) de hackers, mujeres hermosas y secretos inconfesables. Tinta y Pixel de Media Noche es donde la narrativa viola las leyes del tiempo. ¿Te atreves a entrar?